Delft, arquitectura antigua de la ciudad

Palacio Principe Delft

El Museo de Historia de Delft, en el Palacio del Príncipe

En el mundo entero, Delft es sinónimo de cerámica. No es extraño que así sea: las más bellas piezas azules y blancas salen de sus talleres. Sin embargo, esta encantadora ciudad tiene mucho más que ofrecer. Ya sea en barco, en bici-taxi o desde el cielo, recorrerla es siempre una experiencia inolvidable.

La historia más reciente de Delft se inicia allá por el año 1075, cuando la producción artesanal de tejidos y la elaboración de cerveza eran su principal sustento económico. Tras una inmensa explosión en 1645, que destruyó una buena porción del centro medieval, la ciudad se puso de nuevo en pie y hacia finales del siglo XVII ya estaba reconstruida totalmente.

De la época previa al desastre, la Oude Kerk –Iglesia Vieja– es una magnífica evidencia. Fue edificada alrededor del año 1246, y un siglo más tarde se añadió la torre, de 75 metros de altura. Si miramos con detenimiento, observaremos que el suelo ha cedido notablemente, y la torre se encuentra inclinada. El estilo gótico del conjunto es de una belleza mística increíble.

La Nieuwe Kerk –Iglesia Nueva–, a pesar de su nombre, también resistió en gran medida la fuerza de la explosión. Los trabajos para su construcción se desarrollaron entre los años 1383 y 1510, y fue restaurada luego del accidente. Es famosa por albergar el panteón de la Familia Real, en donde se destaca el mausoleo de Guillermo de Orange. Su escultura está acompañada por la figura de un ángel con una trompeta, que simboliza la fama.

El Prinsenhof –Palacio del Príncipe– guarda en su interior el Museo de Historia de Delft. En sus orígenes, fue un monasterio fundado en 1403 en honor de Santa Ágata. El número de integrantes de la orden considerablemente, de modo que se realizaron reiteradas ampliaciones al edificio. Recibe su nombre de Guillermo de Orange, quien vivió allí hasta su muerte en 1584, a manos Balthazar Gerards y por órdenes de Felipe II de España.

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