Van Gogh y el Impresionismo
Van Gogh tal vez sea el pintor holandés más conocido del mundo, célebre tanto por sus cuadros como por su proverbial locura. Una visita a Amsterdam no estará completa sin una visita a su museo, donde cuelgan algunas de sus telas más conocidas.
El estilo de Van Gogh, más allá del impresionismo, aún extraño para nosotros hoy en día, no fue comprendido durante su vida, ya que no logró vender ni un solo cuadro. Empezó a pintar en 1880, inspirándose en la vida de los mineros y de los campesinos.
Acudió a la Academia de arte de Amberes donde, no se llevaba bien con sus profesores, y por su cuenta empezó a observar detenidamente la realidad que le rodeaba, hasta las cosas más nimias, y también a familiarizarse con los grabados japoneses que tanto le fascinaron.
En un viaje a París con su hermano Theo conoció a los maestros del impresionismo, Renoir, Monet, Pissarro, Seurat, de quienes aprendió sobre colores claros y tonalidades. También trabaría amistad con Tolouse-Lautrec y Gauguin.
Después partiría hacia la Provenza, donde se abrieron ante sus ojos nuevas posibilidades pictóricas gracias al sol y la luz de esta tierra: campos de trigo, cipreses y retorcidos olivos. Fue allí, en Arlés donde pintó sus más profundos autorretratos, magníficos paisajes y sus famosos Girasoles. Daría el salto hacia el Expresionismo, pues buscaba plasmar el verdadero contenido de la realidad, su expresión.
Gauguin pasó una temporada con él en Arlés pero que terminó de forma brusca cuando Van Gogh, presa de constantes crisis de personalidad intentó cortarle con una navaja de afeitar. No lo consiguió y poco después se cortó a sí mismo la oreja derecha y casi se desangró. Este incidente hizo que Vincent fuera internado en el manicomio de Saint-Remy donde, a pesar de todo, no dejó de pintar.
De hecho, algunas de sus mejores pinturas, de pincelada ondulante y frenética, son de esta época: Los cipreses, Las mieses, etc. En 1890 se le permitió salir del centro y se instaló en Auvers-sur-Oise a los cuidados de un doctor.
Sin embargo, las crisis de melancolía continuaban y lo atormentaban las alucinaciones, así que el 27 de julio, mientras pintaba un cuadro en el que se ve un trigal y negros pájaros volando sobre él, se disparó un tiro en el pecho. Murió al día siguiente tras una larga agonía, acompañado por el doctor Gachet y por su hermano Theo.
Así terminó la vida de uno de los mayores genios de la pintura no solo holandesa, sino universal, que dejó grandes obras de pinceladas a veces frenéticas, que expresaban más de lo que el ojo podía captar de la realidad, colores vivos que manifestaban sentimientos o desgarradores negros y grises de su primera época, cuando pintaba la miseria de las gentes humildes.
Foto Vía: pcampillo.wordpress.com

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