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Rotterdam: Hopper y algo más

Edward Hopper no ofrece la excusa para visitar Rotterdam. Aprovechando la ubicación del Kunsthal, daremos una vuelta por esa zona de la ciudad a la vera del río Maas, admirando el puente cuyo nombre nos recuerda el hijo pródigo de Rotterdam y acercándonos, si tenemos tiempo, hasta una ribera sur que, vista en lontananza, causa cierta perplejidad. Antes de nada, unas pinceladas sobre Edward Hopper (1882-1967).

Pintor estadounidense, amigo de las líneas y los ángulos rectos, panoramas y matices cromáticos claros y limpios, perspectivas geometrizadas en las que se cobijan las figuras humanas, ajeno al sentimentalismo tanto como a la pintura abstracta, acaba trazando, con todos esos elementos, un testimonio del desamparo creciente del hombre moderno en un medio de técnica cotidiana.

Sus pinturas, personalmente, nos gustan y a veces hasta nos gustan mucho. La luz de sus cuadros, de tan diáfana, semeja infantil. En cualquier caso, ese toque que anuncia la explosión del cómic en las artes tiene un halo extrañamente seductor…

La retrospectiva sucede en el Kunsthal. ¿Es el Kunsthal el patito feo del triángulo excelso de museos de Rotterdam? Estos museos ocupan un espacio verde y amplio cerca del río. Respecto a la pregunta, acaso no convendría desenfocar. Es cierto que el Museo Boijmans van Beuningen es uno de las grandes galerías de Holanda, en cuanto a la calidad de sus óleos, junto con el Rijkmuseum.

Y que el tercero en liza, el Instituto de Arquitectura es, además de un notable edificio, tal vez el mejor museo de arquitectura y, sobre todo, diseño del mundo, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta el papel innovador de la ciudad de Rotterdam en el campo del urbanismo y de la arquitectura durante todo el siglo XX (¿os acordáis de las casas cubo?).

Pero el Kunsthal es un museo mayestático, y la exposición sobre Hopper así lo demuestra. Aclarado el posible entuerto, alimentado el espíritu, habrá ahora que alimentar el cuerpo y la imaginación. No muy lejos de la tripleta de museos se halla el Euromast, en Parkhaven. El Euromast es un mirador privilegiado que cuenta con un ascensor vertiginoso. Además, arriba hay un restaurante para saciar el hambre o para adormecer el vértigo.

Al bajar del Euromast estaremos cerca del «viejo» puente rojo, el Willemsbrug. Sin embargo, preferiremos caminar, curso arriba, hacia el Puente Erasmus. Inaugurado en los 90, es hoy el símbolo de Rotterdam. A sus pies, en la vertiente norte, se ubica el embarcadero del Spido, que ofrece cruceros por el mayor puerto del mundo.

Cruzando el puente arribamos a la Kop van Zuid, la ribera sur completamente renovada. Allí se alza el futurista edificio diseñado por Renzo Piano, el KPN. También el Teatro Luxor, que conviven con reliquias del pasado como el hotel New York, antigua sede de la Holland America Line. Sereno y tranquilo, el hotel, franqueado por altos y modernos vecinos, parece estarnos diciendo: a ver quién es el chulo que me saca de aquí. Pues eso.