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Un paseo por Haarlem en compañía de Protágoras

El bueno de Protágoras decía aquello de que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son, en tanto que no son. Sublime filosofía o pedante logomaquia, difícil es negar que los griegos acabaron tomándoselo en serio y el hombre, no el abstracto, no la humanidad, sino el hombre de carne y hueso se convirtió en medida del universo. Así también a la hora de planificar ciudades.

Las ciudades griegas no sólo eran una maravilla sino que se cortaban según unos patrones muy razonables. Nada de urbes imperiales y millonarias en donde el hombre era un extraño para el hombre. La polis debía ser relativamente pequeña, de manera que pudiese atravesarse andando (a muy buen ritmo, no os vayáis a creer) en un día.

Nuestra época no ha atendido la sabiduría griega. Sin embargo, junto a las megapolis bárbaras conviven pequeñas ciudades «griegas». En ellas la vida se ve de otra manera. Tal es el caso de Haarlem, a tiro de piedra tanto de Ámsterdam como del Mar del Norte. Haarlem nos ofrece lo mejor de Holanda y lo mejor de Europa, sin apenas ninguno de sus vicios.

El corazón de Haarlem es la Grote Markt, la gran plaza donde confluyen calles y arquitecturas, rutinas o quehaceres, caminantes y ciclistas. La perenne vida comercial del Haarlem de hace siglos sigue dimanando de la plaza dominada por la catedral en forma de cruz, también llamada iglesia mayor o grande (Grote Kerk).

Tal vez paseando por la plaza escuchemos la respiración bronca del órgano de la catedral, instrumento apreciado en su tiempo por grandes de la música como Schubert. Mientras, nos iremos acercando hasta el centro de la plaza, ocupado por la broncínea efigie de Laurens Janszoo Coster, el verdadero inventor de la imprenta para algunos holandeses.

Al otro lado de la Grote Markt se encuentra el viejo palacio municipal, remodelado un sinfín de veces y que en origen perteneció al rey alemán Guillermo II. Sobre uno de los costados de la plaza está el mercado de carne (Vleeshal), hoy museo, obra de Lieven de Key que a finales del XVI fue nombrado arquitecto oficial de Haarlem, lo que explica que su agraciada mano renacentista se pueda rastrear detrás de numerosos edificios.

Dos museos destacan en la ciudad. El Teylers Museum, que pasa por ser el más antiguo de Holanda, y el Frans Hals Museum. Inicialmente el Frans Hals Museum fue un asilo según un proyecto del mismo Lieven de Key. Numerosos fueron, precisamente, los asilos, hospicios y orfanatos de Haarlem, en los que no podían faltar esos patios tan comunes en toda Holanda.

Así pues, Haarlem es un buen destino para el hombre (y para la mujer). Suponemos que Protágoras estaría de acuerdo. Y si no, qué caramba, la excitante, acaso menos humana pero sin duda más demoníaca Ámsterdam, nos espera a tan sólo 20 Km.