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Ámsterdam, ciudad inmortal

De nuevo, Ámsterdam. Pero, ¿podía ser de otra manera? Un blog sobre Holanda debe volver periódicamente a tocar, como una frase musical que representase el esqueleto de una melodía, el tema de Ámsterdam, la capital social e internacional, ya que no política ni administrativa, de Holanda.

Porque hay ciudades inagotables o, como diría Brecht, imprescindibles, y Ámsterdam lo es. Son urbes cuyo espinazo no es sino la actualidad de una tensión que no cesa. Por mejor decir, de múltiples tensiones.

Y así, Ámsterdam se debate entre tradición (porque sí, amigos, Holanda es increíblemente tradicional, conservadora en sentido ecológico que no ideológico, pero tal es el secreto de las sociedades que dejan huella) y modernidad, entre un barroco de la luz, de la música (ese órgano de la Iglesia Vieja) y del urbanismo (¿cómo no serlo agujereada por casi 200 canales?) y un clasicismo a través de la pintura, de la arquitectura, de la vida.

¿Es Ámsterdam la Venecia del norte o no se habrá ya más bien convertido Venecia en la Ámsterdam del sur? Bah, ¿y para qué fomentar rivalidades o establecer comparaciones, que no son odiosas sino banales, entre urbes que están más allá del bien y del mal?

Porque no es que Ámsterdam (o Venecia) sea pecadora, que lo es. Es que el pecado se mide en otros términos. Lo que en cualquier ciudad contingente deviene escándalo, en Ámsterdam no es más que vulgaridad. Pero ¡cuidado! Pues así también lo que en toda urbe perecedera no deja de ser costumbre zafia pero eso, costumbre, o sea acción asentada y repetida (habitus), en Amsterdam es casi intolerable. Cuestión de gusto, de buen gusto nos atreveríamos a apostillar.

¿Qué hemos querido decir con esto último? Sorpresa, sorpresa…El movimiento se demuestra andando, rezongaba el huraño y bondadoso de Zenón. Lo mismo vale para Ámsterdam. Hoy en día ya no hay excusa cuando el avión se ha transformado en el triciclo de antaño…bueno, está a punto de haberla, me objetará alguno de vosotros: cacheos, escáneres y otras cosillas del estilo.

Pero existen el tren, el barco, la bicicleta. Comoquiera que lleguemos, el medio es lo de menos: Ámsterdam es inmortal, sí, pero no nosotros. A ver si la diosa va a decidir que ya es hora de afrontar el viaje al Otro Mundo sin que hubiésemos decidido principiar ninguno en el Nuestro.