Descubriendo Eindhoven

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Eindhoven es la capital de la provincia de Brabante, en el sur de Holanda. A finales del XIX era una pequeña localidad de unos pocos miles de habitantes. Pero el ingenio de dos hermanos iba a provocar una auténtica transformación urbana, luego impulsada por la necesidad de reconstruir la ciudad tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. De resultas de todo ello, el aspecto actual de Eindhoven se diferencia notablemente del de una típica urbe holandesa.

Lo que Anton y Gerard Philips representaron para Eindhoven solamente se empieza a calibrar si tenemos en cuenta que la ciudad multiplicó por 40 su población en un siglo. Nunca hay, para semejante crecimiento, una única causa, pero sin duda alrededor de la primitiva fábrica de bombillas se fue formando un fantástico conglomerado industrial, cuyas partes se retroalimentaron entre sí.

Sin embargo, decir que Eindhoven es una ciudad industrial, tecnológica, contemporánea, productiva…está lejos de significar que no sea acogedora, amable, humana. Al cabo, si diferente y de personalidad propia, sigue siendo holandesa. Además, por muchos anabolizantes demográficos que haya consumido, Eindhoven no deja de poseer todavía esas medidas protagorianas que tanto nos gustan en una ciudad: 200000 habitantes.

El disfrute de la ciudad gira en torno a una serie de hitos, arquitectónicos, urbanísticos y ciudadanos. Que, en comparación con otras urbes de Holanda, no haya grandes monumentos del pasado, no significa que no tenga importantes referentes. Y si toda gran (no necesariamente numerosa) ciudad holandesa debe poseer  su gran museo (que suelen ser varios), así Einhoven presume del suyo.

El museo Van Abbe es uno de los centros de arte moderno y contemporáneo más interesantes de la región. En los folletos turísticos nunca se olvida de comentar aquello de que Eindhoven es la ciudad del arte y del diseño, y para entrar en materia, qué mejor que comenzar por el Van Abbe.

El museo es también un hito de la arquitectura. El edificio original, obra de Kropholler, ya causara honda impresión en 1936. Con la nueva sección, del arquitecto Abel Cahen, el Van Abbe se ha puesto recientemente a la altura de los tiempos. El diseñador Maarten van Severem, además, ha complementado las salas interiores, de manera que la renovación ha sido integral.

No se entiende Eindhoven sin Philips. La antigua fábrica de bombillas es hoy uno de los iconos de la ciudad. Allí se recrea la incipiente tecnología de hace más de cien años. También acoge el Centro de Luz Artificial en el Arte (o Centro de Arte de Luz Artificial, si no nos confundimos con la traducción). Un impresionante catálogo de obras donde el tema es la luz artificial.

Otro referente asociado a Philips es el propio estadio del equipo de fútbol PSV, las iniciales de Philips Sports Vereniging (Club deportivo de Philips), ubicado muy cerquita del centro mismo de la urbe y orgullo de los eindhovianos, así como el platillo volante del Evoluon, hoy centro de conferencias.

Por lo demás, Eindhoven está en el selecto club de las localidades holandesas más dinámicas y atrevidas. Sus calles dan vida a un número asombroso de locales de diversión, sus plazas son fértiles en terrazas hasta en los duros meses del invierno (ah, la calefacción…), y el estío suele llegar con festivales de música y performance al aire libre.

Y como no sólo en verano vive el  hombre, ¿qué mejor época para conocer Eindhoven que en febrero? Porque sí, amigos, también de celebraciones carnavalescas presume esta desacomplejada y pletórica ciudad.

Foto vía: desform

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